Me encuentro sumida en el caos, un caos que no es del todo desagradable sino que tiene su punto de mágico.
Miro dentro de mi cabeza y encuentro un pequeño diablo acurrucado esperando no ser visto. Le pregunto cual es su motivo para esconderse y con una voz temblorosa me responde que
no todo es lo que parece. No se lo que quieres decirme, no entiendo nada. En ese momento aparece el ángel y el demonio empieza a temblar. El ángel con su inmensa belleza era capaz de cautivar a cualquier persona, nadie podía sospechar de él. Se podían observar sus cabellos rubios, ojos azules, labios de un rojizo especial, una figura perfecta, y tiene un curioso encanto que hechiza a todas las personas que lo conocen.
Deslumbrada ante tal aparición escucho la lejana voz del diablo diciendo con un fino hilo de voz que apenas se podía percibir
es él. Me agacho lentamente para comprender que era lo que quería decir. En ese mismo momento el ángel comienza a acercarse a nosotros con paso lento.
Tiembla, tiembla cada vez más; no puede hablar, el miedo se ha apoderado de él. El ángel acelera el paso, se aproxima a nosotros. Su rostro empieza a desfigurarse, todas esas facciones que tenía en un principio habían desaparecido, apenas quedaba rastro del antiguo ángel, se había convertido en un ser cruel. En ese momento entendí que el alma se estaba manifestando en su nueva imagen, se había convertido en un ser despreciable, en un monstruo capaz de perjudicar a todo aquel que se relacionase con él.
Era tarde para huir, se encontraba a escasos metros de nosotros, no había escapatoria. Me acerco al diablo y susurro
ahora lo entiendo, no todo es lo que parece.
Se observa el miedo en los ojos del diablo, pero un brillo especial aparece en su rostro. Se levanta de un salto con el fin de evitar lo inevitable. Se acerca rápidamente al camino del ángel, hay un enfrentamiento y un gran luz me interrumpe la vista; todo ha terminado.