La principesca

Todo se movía a gran velocidad mientras yo permanecía inmovil en aquel asiento. Observaba el cielo e iba imaginando cosas, objetos diferentes y extraños. Sabía que todas aquellas cosas que mi imaginación dibujaba no eran reales, pero aún así me gustaban. Me sentía como el Principito en un país gigante, imposible de ser recorrido.
La luna se veía difuminada, el cielo descubierto y con pequeñas pero muy luminosas estrellas. En la oscuridad diversas formas aparecían de la nada en el cielo al compás de mis pensamientos, solo visibles por mi. Algunos pensamientos eran inconfesables incluso para mi, esos que muchas veces quieres creer que jamás serán verdad, los tienes miedo; otros de ellos describian el paisaje, las locuras, las cosas absurdas de la vida a través de pequeñas metaforas creadas por mi subconsciente.


Poco a poco mis ojos se cerraran y dejarán paso a pequeñas fantasias.